Incursioné
en las grabaciones mucho antes de saber que existía el oficio de locutor.
Siempre me atrajo el audio y la radio. Y le agradezco a la vida haber nacido en
la época y el lugar donde crecí, pero en un pueblo escondido del tráfico
comercial no teníamos muchas novedades tecnológicas afines, y hablo de mediado
de los 90, en La Gallareta, en el depto. Vera de la provincia de Santa Fe.
Editaba
los cortes para mi programa de radio en casete, cortaba y pegaba literalmente
la cinta, no existía la computadora y realizaba mi programa de radio sin siquiera
tenerla en cuenta para un futuro cercano. La radio del pueblo entonces, y que
hoy continúa en el aire, fue FM Danger. Ahí comenzó todo este viaje
sonidístico. Con Marcos, Maquinaria, Jony, amigos más afines a la consola y el
micrófono, con quienes compartí incontables momentos. Los sábados nos amontonábamos
en la radio para escuchar la música nueva que rescataban Dito y el Ojón para el
programa especial que tenía Apocalipsis, el boliche del pueblo, en esa emisora.
Solo salía lo bailable, y algunos nacionales que comenzaban a ser más
solicitados, como el caso de La Renga. Nadie se dedicó de lleno al metal, por
ejemplo, salvo nosotros. Y encontrar material nuevo para sorprender a los
oyentes se hacía difícil. Enganchar una FM de Buenos Aires era épico, y recién
en 1999 comencé a sintonizar FM Rock & Pop, desde un minicomponente, en la
casa que alquilábamos con Rulo en Vera, en 4to año de la EET.
Así que el primer programa de radio que conduje, dedicado al rock y al
metal, no tuvo influencias de ningún referente radiofónico. Se llamó
Cortocircuito, y lo hacía los domingos a la siesta. No duro por mucho tiempo.
Para reemplazarlo y tener un espacio más dedicado vino Rompiendo el Silencio.
Pero esa es otra historia que más adelante compartiré.
El hecho
es que para hacerle unos separadores al programa, tenía que pasar un buen rato
jugando con el doble casetera. A pesar de tener un equipo de música sin el contador
numérico de revoluciones, los resultados eran a prueba y error siempre. Un
minicomponente negro, doble casetera, con radio digital y bandeja de CD me
acompañó toda la infancia. Tenía dos parlantes negros medianos a los lados que
se bancaron mucho volumen. Mi abuela no lo quería mucho, excepto cuando le
dejaba unos chamamés. Todos le habremos borrado algún casete a nuestros padres
para grabar algo que nos gustaba, cayeron muchos de mi vieja, y algunos de mi
abuela también. Debo tener algún casete con alguna cosa de esas por ahí. Y será
seguramente un motivo para regresar con los recuerdos a esos tiempos y traerlos
para compartirlos acá, con el mundo.
El objetivo de estas reseñas perdidas en el tiempo, es para que llegue a los participantes de estos relatos sin precisar de sus nombres y apellidos. Y para los colegas que se vieron identificados, o vivieron situaciones parecidas, y así motivarlos a seguir recordando el contexto de la mejor época.
Leo.-
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